martes, 26 de octubre de 2010

Los textos literarios. Arte y literatura

Los textos literarios son todos aquellos en los que un autor utiliza la palabra para expresarse  creando mundos imaginarios.



Para ello utiliza la prosa (cuentos y novelas), los versos (poesía) y los diálogos directos (teatro).

               En un agujero en el suelo, vivía un hobbit. No un agujero húmedo, sucio,
               repugnante, con restos de gusanos y olor a fango, ni tampoco un agujero seco,
               desnudo y arenoso, sin nada en que sentarse o que comer: era un agujero-hobbit,
               y eso significa comodidad.
               Tenía una puerta redonda, perfecta como un ojo de buey, pintada de verde, con
               una manilla de bronce dorada y brillante, justo en el medio. La puerta se abría a un
               vestíbulo cilíndrico, como un túnel: un túnel muy cómodo, sin humos, con paredes
               revestidas de madera y suelos enlosados y alfombrados, provisto de sillas
               barnizadas, y montones y montones de perchas para sombreros y abrigos; el
               hobbit era aficionado a las visitas. El túnel se extendía serpeando, y penetraba
               bastante, pero no directamente, en la ladera de la colina  y muchas puertecitas
               redondas se abrían en él, primero a un lado y luego al otro. Nada de subir
               escaleras para el hobbit: dormitorios, cuartos de baño, bodegas, despensas
               (muchas), armarios (habitaciones enteras dedicadas a ropa), cocinas. Comedores,
               se encontraban en la misma planta, y en verdad en el mismo pasillo. Las mejores
               habitaciones estaban todas a la izquierda de la puerta principal, pues eran las
               únicas que tenían ventanas, ventanas redondas, profundamente excavadas, que
               miraban al jardín y los prados de más allá, camino del río.
                                                                                                    

                                                                                                    J.R.R. Tolkien, El Hobbit.



              
               Es mediodía. Un parque.
               Invierno. Blancas sendas;
               simétricos montículos
               y ramas esqueléticas.
               Bajo el invernadero,
               naranjos en maceta,
               y en su tonel, pintado
               de verde, la palmera.
               Un viejecillo dice
               para su capa vieja:
               "¡El sol, esta hermosura
               de sol...!" Los niños juegan.
               El agua de la fuente
               resbala, corre y sueña
               lamiendo, casi muda,
               la verdinosa piedra.

                                                                                                   Antonio Machado


PADRE. (Entrando) ¡Hija mía, felicidad completa! ¡Acabo de concertar tu boda!
ROSITA. ¡Cuánto te lo agradezco, y Cocoliche cuánto te lo agradecerá! Ahora mismo...
PADRE.¡ Qué Cocoliche ni qué niño muerto! ¿Qué estás diciendo? Yo he dado tu mano a don Cristobita el de la porra, que acaba de pasar en su carroza por ahí.
ROSITA. Pues no quiero, no quiero, ¡ea! Y lo que es mi mano, de ninguna manera me la quitas. Yo tenía mi novio... ¡Y tiró el collar!
PADRE. Pues no hay más remedio. Ese hombre tiene mucho oro y a mí me conviene, porque si no, mañana tendríamos que pedir limosna.
ROSITA. Pues pedimos.
PADRE. Aquí mando yo, que soy el padre. Lo dicho, dicho, y cartuchera en el cañón. No hay que hablar más.
ROSITA. Es que yo...
PADRE ¡Silencio !
ROSITA. Pues a mí...
PADRE. ¡Chitón! (Se va.)
ROSITA. ¡Ay, ay! ¡Digo!, dispone de mí y de mi mano, y no tengo más remedio que aguantarme porque lo manda la ley. (Llora.) También la ley podía haberse estado en su casa. Si al menos pudiera vender mi alma al diablo (Gritando.) ¡Diablo, sal, diablo, sal! Que yo no quiero casarme con Cristobita.

                       Federico García Lorca, Los títeres de Cachiporra. Tragicomedia de don Cristóbal y la señá Rosita.


Literatura es, ante todo, comunicación: a través de la literatura se transmite una información. Sin embargo, se trata de un tipo de comunicación especial en la que el emisor o autor se comunica artísticamente contigo.

Los textos literarios son fáciles de reconocer porque:

   1. Presentan un mundo de ficción, un mundo imaginario, donde todo es posible. En efecto, mientras que una noticia o un texto científico informan sobre el mundo real, los autores literarios suelen inventar personajes, lugares y acciones ficticios, que se parecen a la realidad pero son imaginarios.


   2. En ellos se hace un uso especial del lenguaje. Aunque el código empleado en la literatura y en la vida cotidiana es el mismo (la lengua), no se utiliza de la misma manera. El escritor procura dar al texto literario una forma que atraiga nuestra atención. Es lo que se denomina extrañamiento; el autor crea en el lector una sensación de extrañeza porque se comunica con él de una forma que no es la habitual. Ese uso especial del lenguaje es lo que se llama lenguaje literario.

El lenguaje literario, por lo tanto, tiene una intención estética o artística; es decir, el escritor  quiere crear arte a través de la palabra. Por eso, a veces, tenemos que hacer un esfuerzo para entender un texto literario.




Finalidad de la literatura

La obra literaria, como cualquier otra obra de arte, está hecha para que disfrutemos con ella. El escritor quiere que te entretengas o te emociones con lo que él ha escrito. 
La literatura busca ante todo un placer estético. Esto no quiere decir que las obras literarias no puedan presentar otras intenciones. De hecho, el escritor utiliza con frecuencia su obra para mostrar situaciones y problemas que nos sirven de enseñanza y nos hacen reflexionar.


(Fuente: Kalipedia)

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